El cielo y el infierno están aquí, detrás de cada pared, de cada ventana. Es un mundo tras el mundo, y nosotros estamos en medio. Ángeles y demonios no pueden entrar en nuestra dimensión. A los que lo hacen les llamo híbridos. Son los suministradores de influencia, solo pueden susurrarnos al oido. Pero una única palabra suya puede armarte de valor o convertir tu placer favorito en la peor de tus pesadillas. Tanto los esbirros del Demonio como los de naturaleza angelical viven entre nosotros. Llaman a eso el equilibrio, en cambio yo lo llamo "hipocresia eterna"...
Fabulosa historia que sin lugar a dudas mereció por lo menos una secuela.
ResponderEliminarCada tanto que puedo vuelvo a verla, la historia -que toca todos los tópicos posibles del género- merece ser contada. Saludos de Sandro!